Ha pasado tanto tiempo. He conocido a más personas. He tejido en muchos lugares nuevos. Hay demasiadas cosas por escribir, pero no suficiente tiempo.
Estoy escuchando Jeff Buckley. El disco en vivo en Siné. Se necesita tiempo para eso. Supongo que tengo unos minutos de más. Así que escribiré.
Tengo unos compañeros y compañeras maravillosos en mi nueva carrera que están tejiendo. Estamos tejiendo.
Partió como una broma por fuera, pero por dentro iba en serio. Tras dos clases del Curso de Formación General impartido en los pastos de Juan Gómez Millas, se aprendió lo necesario. ¿Qué podíamos hacer?
De algún modo llegamos al consenso de tejer una pantalla de televisión, un enorme lienzo de un canal sin señal. La carta de colores que hace unos años los canales aun mostraban cuando finalizaban su transmisión, antes de la programación del día por empezar y el reloj.
Al principioa los otros les costaba creernos, pero con unos cuantos cálculos matemáticos y las necesarias provisiones de lana comenzamos. Ahí sí nos entendieron.
He tejido en cafés, micros y bancos. Nunca me imaginé que terminaría tejiendo en el Salón de Honor de la Casa Central de la Chile en toma. Ahí estábamos, en un enredo de palillos y blanco, negro, azul, rojo, amarillo, fucsia y calipso. O Cyan. Da igual.
Avanzamos lento. Sin embargo, de aquí al segundo semestre, después de la muerte de muchos carteles de nylon y pintura acrílica, tendremos nuestra pantalla tejida. Creo que el hecho de que demore lo hace más divertido. Cuando se terminé recordaremos todo.
Mientras no termine en el suelo lacrimógeno de una micro de pacos por “subversivo”, nosotros felices. Si dura hartos años, mejor.
Suena Last Goodbye, esa canción me hace tan bien-mal.